La descompisción del capital, reflexión

Pocas no han sido las veces en que algunos osados, en cuyas mentes no se atina a concebir nada al largo plazo, se aventuraron a decir que el capitalismo llegó para quedarse. Se suele pensar, desde siendo el hombre más liberal hasta el más férreo opositor del sistema, que se ha llegado a un punto de estancamiento en el que todo ha sido, es, y será, el capital (entiéndase como el capital financiero que salta en los mercados y del que respira el capitalismo). Sus defensores aseguran – y más de un economista o estudiante confirmará haberlo escuchado, o él mismo se ha atrevido a decirlo – que el modelo liberal, perfeccionado desde el siglo pasado y envisionado desde antes por mercantilistas y burgueses revolucionarios, llegó para quedarse y ser eterno, pues es el modelo más funcional y estable posible. Esta aseveración es delicada por donde se le toque, y no denota más que un miedo, quizás muy interiorizado por parte suya, de perder lo poco que se cree que se tiene. Expone, además, una capacidad de análisis histórico alarmantemente deficiente, sobre todo tomando en cuenta que las personas que mueven al mundo son, en su totalidad, gente que vive a sus anchas en el capitalismo. Es un cercenamiento a la ambición del hombre por el cambio en pro de la sociedad, y, ultimadamente, un ultraje al misticismo de vidente que a pulso se ganó el economista en los pocos siglos que tiene de historia. Bien pues, pocas cosas tan alejadas de la realidad como la idea de que el capitalismo y el liberalismo son los motores definitivos para el engranaje de demanda y consumo sociales. El capital decae. No sólo en materia de las observaciones marxistas que miran sólo una ínfima parte del panorama, decae por su propia naturaleza. Porque es un armatoste oxidado, viejo, que pese a fabricar cada vez cosas distintas, es incapaz de mejorarse a sí mismo. El supercapitalismo ha acabado por convertirse en un adormecedor de la voluntad humana, en un homólogo del comunismo en el sentido de que ven en el hombre sólo un autómata diseñado para ensimismarse en una fábrica llena de hollín. Decae no porque genera pobreza, la complejidad va más allá de simplemente poner a gente en la calle por el mero hecho de que exista el sistema. La pone en la calle porque es desigual, porque mientras más se extienda por el mundo, que es diverso, autóctono y distante espiritualmente entre sí, más acaba forzando a gente diferente a reducirse a una misma causa, la causa del capital; capital del que ven una parte infinitesimalmente pequeña, desde donde sufren abusos y desprecios, para quien no son más que mercancía. Decae porque no puede esperarse que un sistema tan humanamente imperfecto dure para siempre y no acarree descontentos y ánimos enardecidos luego de años y años de vigencia. Es casi perfecto sólo para crecer en tamaño y multiplicarse. En eso es aterradoramente funcional, pues siempre está echando raíces, alcanzando rincones cada vez más profundos de la Tierra y explotándola cada vez más desde el fondo de sus entrañas. Es por eso que es el favorito de muchos, porque pocas cosas pueden hacerlo trastabillar; porque sabotea los gérmenes del cambio y soborna a todos quienes participan en él, (cuando no los tiene casi literalmente esclavizados). Díjose en un rincón de la red una vez, que la diferencia entre el comunismo y el capitalismo, hijos ambos de la misma madre que fue la Revolución Francesa, es que el primero te mata de forma violenta y repentina mientras que el segundo te hierve como una rana en una olla, lento y antes de que te des cuenta. Pero ¿no buena parte de los novedosos inventos de los últimos tres siglos han sido en pro de la humanidad, cobijados bajo las propiedades auto replicantes del capital? ¡Sí!, pero la inconsistencia principal radica en creer, como los defensores hacen, que es el capitalismo el ÚNICO MEDIO HACIA LA INNOVACIÓN, como si la rueda, la imprenta, las ciudades y la agricultura hubieran sido también hijos del sistema, cuyo lapso ocupado en la trayectoria histórica es burlesco de lo corto. Pese a esto, el capitalismo sí es un eficiente medio para la movilidad tecnológica, cualidad que hizo que desde su infancia fuera visto con buenos ojos, y con justa razón, pues engendró legados que quizás sin él nunca hubieran visto la luz. Sin embargo, conforme más necesidades primarias iban hallando soluciones tan inmediatas y más aumentaba el número de seres humanos en el planeta, más buscaba formas de sobrevivir, más ahorraba costos y más se internaba en los confines de la vida del hombre. Se fue colando a sus hogares, a sus habitaciones y a sus cuerpos mismos. Por cada innovación revolucionaria, 100 ideas chatarra de alto nivel de persuasión para con la población se inventaban. Las zonas naturales, que por siglos habían mantenido estatus de indómitas, han ido desdibujándose de los mapas, los animales han sufrido y los humanos se han divertido, ambos en proporciones mucho más allá de las originalmente concebidas por el orden natural. Se ha llamado “Antropoceno”, unos, como Serrato, le han nombrado “capitaloceno” (2020); lo que es en realidad: una señal de alerta de que se ha llegado demasiado lejos. No es que quizás no fuera a pasar nunca bajo otro orden social, es que ESTE en particular lo ha acelerado y se ha nutrido así. Y poco a poco, ha ido apoderando de los cuerpos humanos, de la sexualidad, de las necesidades recreativas, de los animales, de la salud y de la mente. “Imagínese una sociedad que somete a las personas a condiciones que las hacen terriblemente infelices, y luego les da las drogas para eliminar su infelicidad. ¿Ciencia ficción? Ya está sucediendo hasta cierto punto en nuestra propia sociedad ... En lugar de eliminar las condiciones que deprimen a las personas, la sociedad moderna les da medicamentos antidepresivos. En efecto, los antidepresivos son un medio para modificar el estado interno de un individuo de tal manera que le permita tolerar condiciones sociales que de otro modo encontraría intolerables.” - Theodore Kaczynski Por eso es que el capitalismo decae. Por ser tan capaz de prolongarse aprovechándose de las necesidades del hombre. Por venderle pantallas y evitar que salga a caminar, por venderle pornografía para que no necesite buscar a una mujer, porque le da una vida encapsulada y soluciones encapsuladas para mitigar los efectos del encierro al que lo somete, por, aferrarse tenazmente a la vida con garras que diezman los bosques y animales de donde emergió una vez un ser inteligente, lleno de voluntad creadora y destructora, conducido por valores hoy vertidos en el olvido, pues han pasado a valer nada. Fuentes: - Kaczynski, T (1995) Industrial Society and Its Future. https://www.washingtonpost.com/wp-srv/national/longterm/unabomber/manifesto.text.htm - Serrato, F. (2020) El capitaloceno. Una historia radical de la crisis climática. Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, UNAM

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